Es curioso, las
estaciones traen una especie de tics que llevamos integrados no se si
por publicidad subliminal, porque es lo que pide el cuerpo o
simplemente por una especie de “cadena de hechos” que nos lleva a
hacer a todos lo mismo. Esos tics son tan nuestros que es imposible
explicar si es idea original de cada uno o simplemente que se nos
abdujo el cerebro en un momento para que al menos una parte
importante de la sociedad hiciera lo mismo. Creo que tendré que
explicarlo, porque a simple vista parecen los desvaríos de un friki
por culpa de un golpe de calor racheado del sur, sureste.

Hay muchos y variados
tics en esta y las otras estaciones del año pero me he querido
quedar con esas dos, porque pasan dos cosas. La primera es que leer
debería ser algo de todo el año y no sólo algo tan insulso como la
promesa de nochevieja: prometo prometo leerme este libro en el
verano. La segunda porque admitámoslo, ese duende perverso que
aconseja sobre el tema de las fuentes o no es corpóreo, o solo se
manifiesta en invierno o nunca se ha paseado a las dos de la tarde
por una plaza con una fuente apagada. No se porque os he mencionado
esto, supongo que porque cuando quise leer como hago siempre, me
encontré mi banco ocupado por uno de esos domingueros lectores a
lado de la fuente con la que pasaba cierto repelús de frio y ahora
paso calor porque esta apagada la muy... Así que me he venido a este
espacio mas fresquito que es el blog a contarlo, ahora me voy a tomar
un helado y mientras leeré un periódico; buenas tardes.
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