Hoy me he levantado raro
lo admito, tenía ganas de descargar mi ira sobre lo primero que
hiciera acto de presencia. Como suele suceder en la vida de muchos
siempre paga quien más te quiere y más cerca está de ti. Y es que
es de esos días que por alguna razón tienes ganas de romperle la
crisma a alguien y romper la tuya de paso. Como otros días he
intentado usar mi pequeño espacio en la red y en mi procesador de
textos para poder disipar esa furia que recorría mi cuerpo y de paso
ver si así se me pasaba el momento “raro”. Pero no había manera
en todo el día de poder concentrarme para poder ganarme mi momento
de paz y de paso disipar tanta rareza que me dejaba exhausto.
Además ha sido un día
que se podría denominar monótono, veraniego, luminoso, con calor y
con la gente del barrio de dominguito matutino. Esto quiere decir de
salir a desayunar con la family y comprarte ese periódico, que no
compras nunca, pero que como en este día en concreto te regalan algo
y una revista que tiene a la mujer entretenida con los niños,
mientras te dejan hacer como que lees el periódico y quedas como
alguien informado. Esta visión desde luego no me ayudaba, sino que
me ha puesto más en ebullición. No sabiendo que hacer decidí dar
un largo paseo y hacer unas fotos, pero no amigos, hoy la naturaleza
me estaba haciendo un soberano corte de mangas recordándome que
antes tenia que resolver mis propios problemas internos y tal vez
después fuera posible que se acicalara un poco para que yo hiciera
unas fotos cual naturalista decimonónico. Y entonces llegó ya no
pude más, el día me tenía hasta el mismísimo gorro, entonces y
sólo entonces sucedió: di un grito. Un alarido inhumano,
casi animal. De él empezaron a salir mis frustraciones mi rabia, mi
enfado una pasión malsana que se había apoderado de mi sin saber
como ni porque. No fue algo corto ni fue un solo grito. Fueron varios
y fueron llenos de rabia y de palabras que salían brotando sin
sentido y sin control, hasta lagrimas salían con ellos.
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