lunes, 11 de abril de 2016

juventud, verano cálido y el beso

Aún recuerdo con ternura y con bastante vergüenza mi primer intento de poder ligar con una chica, sorprendéntemente un éxito, seguido por un posicionamiento estratégicamente perfecto, un sitio de plaza perfectamente coordinado, pero con un fallido y estruendoso fracaso en la toma de dicha plaza. Y no, no se crea nadie que fue con una chica del mi localidad, fue en unas vacaciones de ensueño, poniendo picas con una valquiria germánica. Hoy mirado desde la madurez, la seguridad que da la distancia y como no la sabiduría adquirida no puedo por menos que dejarme escapar una sonrisa conciliadora con aquel chaval de dieciséis años que intentaba por todos los medios hacerse un hombre con el mismo y escaso éxito que intentaba comprender que un beso es tan difícil como madurar al menos en aquel momento. Lo único que aquel ingenuo chaval aprendió es que de vacaciones hay que ir a lo que se va cuando vas con tus padres, a disfrutar de manera sana, porque aunque las hormonas te digan adelante, tu mente está ahí para recordarte que dos pasos atrás a tiempo evitan tres en falso hacia delante.

Describamos el lance de manera correcta. El escenario era un hotel con acceso directo a la playa en Roquetas de Mar, el chaval con sus dieciséis, mucho desparpajo y ganas de pasarlo de puta madre, la chica por supuesto, otras dieciséis primaveras de exuberante belleza germánica con unos ojos verdes arrebatadores , ciento sesenta y cinco centímetros, unas piernas de esas que te giras para mirar y ni puta idea de castellano, importante esto último, porque era esencial para que el lenguaje universal con las manos y corporal funcione. Ahora mezcladlo con una playa a las once de la noche y las hormonas recorriendo los dos cuerpos como si aquello fuera una orgía ya iniciada, por cierto casi se me olvida, la playa como no podía ser de otro modo, llenita de gente haciendo lo mismo a esa hora en ese caluroso agosto almeriense. Todo apuntaba a una noche de escándalo, hablamos como siempre,si a lo que hacinamos se le podía llamar hablar, mas bien era un sistema de signos bastante curioso que en más de una ocasión acabó dándole golpes con la mano a uno u otro, del tiempo, de lo bien que estaba el hotel y a saber de que más, no sabiendo idiomas que se podía decir salvo jelous. En ese momento forcejeamos de guasa y ella me mira atentamente....muy atentamente, arrima sus labios, se nos oyen los latidos del corazón desde despeñaperros y...nada. Aquí nuestro héroe decidió que aquello suponía demasiada facilidad, no se podía llegar tan fácilmente a conquistar la plaza, se queda paralizado...y sale a correr hasta llegar a su habitación se encierra con la cara estupefacta de su hermano cinco años menor que no entendía que pasaba. No puedo explicar que pasó por la cabeza de la chica germana, aunque si se que pasó al dia siguiente, no la vi más.

Si amigos, este fue mi primer beso, mi primera conquista. Hoy mirando a aquel chaval, me sonrío y hasta me entran algunas carcajadas, pero ya no siento aquella vergüenza posterior por el fracaso conseguido. Mientras me tomo mi café y escribo estas líneas no puedo olvidar que todos tenemos una juventud y que desbocada o no siempre nos trae recuerdos y enseñanzas. Lo que yo sigo sin olvidar y a la vez echo de menos fue mi primer beso que fue....pero que nunca fue.