El tiempo últimamente es
como el temperamento de la gente hoy, desquiciado y fuera de control.
No sabría discernir cual es la razón imperante pero así es.
Pasamos del frío y el agua al calor y el sol con la misma velocidad y
volatilidad con la que pasábamos en la pubertad del amor apasionado
con sensualidad al despecho y el olvido. Con lo que nuestra manera de
afrontar el día a día a veces parece la sala de espera de urgencias
de un ala psiquiátrica de degenerados mentales. Creo que el clima
solo es una excusa para no afrontar lo evidente, hemos cambiado no se
si para mejor o para peor pero hemos cambiado, como sociedad al
menos, demasiada prisa quizás.
Hace unos años aficioné
a mi querida y amada mujer a la comida japonesa, recuerdo
perfectamente aquel día si bien lo que no recuerdo correctamente es que
llevaba todo el menú de degustación. Pero recuerdo perfectamente
lo acelerado que llevaba el corazón por la sorpresa y el no saber
que podría encontrarse, se le podían oír los latidos desde el
mismísimo Fuji. Hoy afronta el comer esa comida casi como un ritual
de calma y tranquilidad zen, aunque a mi me sigue disgustando
precisamente eso: la prisa. En esos restaurantes hasta en los
de comida para llevar todo el mundo va acelerado y llevándote todo
al tiempo casi te tienes que atragantar la comida para ir a su ritmo.
Lo mismo pasa con otras cosas, lo que lleva a ese estado que antes
mencioné el de paroxismo constante y cambios de humor a la velocidad
del rayo. No se, es posible que me esté haciendo viejo, pero echo de
menos esa calma cuando ibas a cualquier sitio, sobre todo en fin de
semana, tanta que parecía que el mundo se detenía para que
admiraras hasta el silencio en movimiento lento pero ampuloso. Es
cierto el mundo avanza y se mueve pero no tiene porque gustarme y eso
precisamente eso es lo que no me gusta, porque parece que te empujan.
Pasando de persona a elemento de cadena de montaje a la que moldean
según pasa por cada estado.
Pero el clima sigue
siendo cambiante, tal vez sea el sino de los tiempos en lo que a la
climatología se refiere. Personalmente no me gusta el efecto que
tiene en las personas, las hace menos reflexivas menos calmadas y al
tiempo estar como si estuvieran asediando Mordor, tensas como la
cuerda del arco de Legolas. Creo que estamos olvidando lo que
significa vivir, para pasar al sobrevivir y como sigamos así con
tanta prisa y tensión un día iremos a un restaurante japonés como
suelo hacer con mi mujer y antes de que el camarero diga esta boca es
mía estaremos pidiéndole la cuenta. Como decían los abuelos y
abuelas, no es bueno vivir con prisa, lo bueno es vivir intensamente.
El tiempo vuelve a cambiar de nuevo esta mañana un sol radiante y
ahora lloverá, así que me gustaría terminar diciendo que lo mejor
en estos casos es deleitarse en esa lluvia o leer un buen libro, nos
vemos en otro rato, voy a disfrutar en silencio de la lluvia.
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